SED BUENOS

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jueves, 19 de diciembre de 2013

NIHON

JAPÓN - País insular del Extremo Oriente, constituido por un archipiélago con cuatro grandes islas - Honshu, Shikoku, Kyushu y Hokkaido- además de diversas islas menores, totalizando cerca de 3400, ubicadas entre el Mar de Okhotsk al norte, el Océano Pacífico al este y al sur y el Mar de China Oriental y el Mar de Japón al oeste. El nombre del país, como es conocido en varias lenguas, viene del portugués "Japão", pues fueron los navegantes de Portugal los primeros occidentales que establecieron contacto, en el Siglo XVI, con los habitantes de las islas. Los comerciantes de Malaca lo nombraban por la forma malaya Japung o Japang, que viene del chino Jih-pun-kuo y que significa "país del origen del sol". En japonés, su nombre es Ni-pon, "sol naciente", en que ni es "sol" y pon, "origen". De ahí viene, en portugués, el elemento "nipo" y el adjetivo "nipónico".
Investigaciones arqueológicas indican que las islas japonesas fueron habitadas a partir del segundo o tercer milenio antes de Cristo. En el periodo Neolítico primitivo, allí vivió la civilización Jomon, que hacía objetos de cerámica artesanal con relieves desconocidos en el continente asiático.
Estudios sobre la lengua y la escrita japonesas indican que el territorio sufrió sucesivas migraciones coreanas y/o chinas, las cuales habrían constituido comunidades mayores y con identidad cultural única y propia. El pueblo japonés, de características raciales mongólicas, resultó de las migraciones asiáticas continentales. Estos grupos se habrían unido en torno a un monarca, según el modelo de sus territorios natales. La familia imperial japonesa se mantiene en el poder desde el principio del periodo monárquico, en el siglo VI a.C. Según la tradición, la ancestralidad de los emperadores se remonta a las antiguas divinidades. Jimmu fue el primer emperador mortal.
Es posible decir que la formación del Estado imperial se dio a partir del Siglo VIII d.C, cuando la corte, hasta entonces nómada, se fijó en una capital permanente. En 710, la emperatriz Gemmyo fundó la capital en la ciudad de Heijo-Kyo también llamada Nara, en la llanura de Yamato. En la perspectiva urbana, Nara o Heijo-Kyo era una copia de Chang-na, sede de las dinastías chinas de los Sui y de los T'ang: avenidas con trazado rectangular, en forma de tablero de ajedrez, ocupadas por monasterios, templos budistas, residencias y palacios de la aristocracia.
En el siglo IX, Japón conoció un periodo de apogeo de su civilización, curiosamente cuando rompió relaciones diplomáticas con China. Desde entonces, el país buscó liberarse de la influencia cultural de su antiguo aliado, a través  del desarrollo de su autonomía cultural.
A medida que porciones cada vez mayores de tierras fueron concentrándose en las manos de administradores locales, los Daimyos, hubo el fortalecimiento y la ascensión de esta clase social. Surge, entonces, el feudalismo en Japón. A los pocos, los administradores iban rechazando la interferencia de funcionarios provinciales y centrales y crearon fuerzas propias para mantener el orden en sus territorios. De esta manera, el siglo X fue caracterizado por el desorden y disputas entre estos Daimyos. Como consecuencia, los guerreros se afiliaron a dos grandes ligas, comandadas por las familias Minamoto y Taira, que se decían imperiales. Las divergencias entre estos culminaron en  un conflicto entre 1156 y 1159 en Kyoto. La primera guerra - en la era Hogen - la provocó una disputa sucesoria, tras la muerte del emperador Toba, que intentó llevar al trono a su cuarto hijo, Goshirakawa, en vez de permitir que su hijo mayor, Konoe, siguiera siendo emperador. Vencieron los partidarios de Goshirakawa, siendo ejecutados los líderes de la oposición. Éste reinó hasta 1158. En ese momento, se inicia un nuevo ciclo de disputas.  
En el siglo XVI todavía perduraba el desorden y la fragmentación en Japón, que  permitía la coexistencia de dos cortes imperiales entre 1335 y 1392. Sin embargo, en el siglo XVI, Japón nuevamente fue unificado bajo la administración Tokugawa. Esta unificación fue alcanzada, en gran medida, por medio de los esfuerzos de tres generales: Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu, hombres de gran capacidad militar, los cuales crearon una base estable para el shogunato (administración) Tokugawa, que duró hasta 1867, teniendo en cuenta que desde el Siglo XVII ya gobernaban Japón desde la ciudad-castillo de Yedo (Tokio). 
A partir de 1639, el shogunato Tokugawa mantuvo una política aislacionista con relación al mundo, exceptuándose Nagasaki, donde puestos comerciales chinos y holandeses se instalaron bajo permiso imperial. A lo largo del Siglo XIX, el antiguo sistema político, económico y social se hundió en una crisis. Rebeliones estallaban entre los campesinos, samurais y jefes locales cayeron debido a las pesadas deudas y, además, la presión internacional, que codiciaba nuevos mercados, forzaba la apertura del comercio exterior, incluso con la amenaza de cañones (a ejemplo de los Estados Unidos). En 1867, el emperador fue obligado a renunciar motivado por presiones internas y externas. Comenzaba allí la modernización del país. En menos de 50 años, Japón cambió de una sociedad feudal a una potencia mundial industrializada. 
En 1894-1895 salió victorioso en la guerra contra China y mantuvo Corea bajo su dominio. En 1904-1905 derrotó Rusia en la Guerra Ruso Japonesa, anexionando incluso territorios que estaban en poder de los rusos. En la I Guerra Mundial luchó como aliado del Reino Unido, con quien había firmado tratado en 1902. Durante los años siguientes, consolidó sus posiciones en Asia y en el Pacífico. 
En la década de 1930, el gobierno japonés adoptó medidas similares a las implantadas en Alemania e Italia: persecución a los comunistas, estricto control de la educación, fortalecimiento del arsenal bélico y una política exterior agresiva. Estas medidas, que inicialmente tenían como objetivo atender a las reivindicaciones de los militares, resultaron en la segunda guerra chino japonesa (1937-1945), tras la invasión de Manchuria. El llamado "Incidente del Puente de Marco Polo", de 1937, prácticamente puso Japón en manos de los militares. 
Tras el ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbor, en Hawai, el 7 de diciembre de 1941, los Estados Unidos declararon guerra al Eje y, con eso, se extendió el conflicto a casi todo el mundo. En agosto de 1945, las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki y la entrada de la URSS en la guerra asiática forzaron la rendición. El acto formal fue firmado el 2 de septiembre de 1945, en la Baía de Tokio, a bordo del encorazado norteamericano "Missouri", el cual exponía las exigencias americanas respecto a Japón, para empezar la rendición incondicional, lo que significaba la pérdida de la soberanía y de su propia independencia. 
En los primeros años de paz, Japón buscó reconstruir su economía, a pesar de algunas cláusulas restrictivas contenidas en el tratado de rendición. Éstas, sin embargo, fueron siendo gradualmente extintas. La restauración de la independencia, en 1952, tuvo lugar en un momento en que la economía nacional presentaba elevados índices de expansión. Este progreso no se interrumpió hasta fines de la década de 1960, cuando el país mantuvo, por más de diez años consecutivos, las más altas tasas de crecimiento del mundo. Hoy día, Japón se encuentra entre las cinco economías más prósperas del planeta. Actualmente el país es gobernado simbólicamente por el emperador Akihito y, de hecho, por el primer ministro Naoto Kan.

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